martes, 1 de enero de 2008

El discípulo de Droz

El discípulo de Droz


Marie se había propuesto firmemente no acostarse en toda la noche. Se pasaría todo el tiempo mirando por la ventana, de forma que sería imposible que el Anciano Carbonero dejase su regalo, escapando como siempre sin ser visto.

Su abuelo le había prometido (igual que el año pasado), que esta vez el regalo sería especial. Ella nunca había tenido una muñeca de verdad. Una muñeca de verdad –se decía- tenía que ser otra cosa que unos palos unidos por pequeños clavos, vestidos con un simple trozo de tela, y una cara redonda dibujada, -había que reconocer que con arte y gracia- por su abuelo.

El estar su casa tan aislada en la montaña, siempre nevada en estas fechas, era la razón que le daba su abuelo al explicarle la dificultad de que alguien pudiese llegar hasta allí con regalos. Pensaba que el cestillo repleto de nueces y un par de caramelos que aparecía bajo su ventana otros años, lo llevaría alguno de los arriesgados ayudantes del Anciano Carbonero, en un gran esfuerzo para evitar que ella se quedase sin nada.

Aguantaría sin dormirse.

A sus 72 años, el abuelo Louis seguía trabajando en su taller. Fabricaba primorosamente pequeñas piezas que le seguía encargando la familia de relojeros Jaquet-Droz, para la que había estado trabajando hasta el año 1790, precisamente el año de la muerte del patriarca de la misma, Pierre.

Desde su juventud había estado dedicado a la relojería. Siempre a las órdenes del gran maestro Pierre Jaquet-Droz, con el que había colaborado en casi todas sus grandes innovaciones, incluyendo los famosos autómatas que habían dado la vuelta al mundo.

Precisamente, esa experiencia, su memoria y la habilidad manual y técnica que aun conservaba, le habían permitido, tras años de trabajo fuera de horas y cuando no le podía ver su nieta, hacer realidad el sueño de la niña. Había memorizado y tomado apuntes de las piezas necesarias y la manera de ajustar las mismas. Naturalmente para construir su autómata no necesitaba las 2.500 piezas que tenía el original (que era capaz de tocar 5 melodías diferentes con el movimiento de sus dedos, mover los ojos, respirar y hacer una reverencia al acabar la melodía), él había preparado una versión reducida.

Esta versión reducida no dejaba de ser un verdadero autómata. Una preciosa muñeca que, con cara de porcelana, pelo natural y un precioso vestido, estaba sentada ante un órgano y que era capaz de hacer sonar una preciosa melodía procedente de sus 12 flautas.

Este año sí vendría el Anciano Carbonero.

Le despertó un suave ruido, tan suave como si unos esquís se deslizasen sobre la blanda nieve.

-¡Vaya por Dios! –Dijo- No he hecho más que cerrar los ojos un segundo.

Vio, a la vez, un anciano que se alejaba a toda velocidad sobre sus esquíes y un par de pequeños bultos depositados bajo su ventana y cubiertos con una manta.

-¡Abuelo! –gritó- y salió volando hacia la calle.

Al levantar la manta encontró un cestillo con sus nueces y caramelos. Lo que había a su lado casi no se atrevía a mirarlo. Miraba y no creía lo que estaba viendo.

La muñeca más bonita del mundo estaba delante de ella interpretando la melodía más hermosa que había oído en su vida.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonito relato. Enhorabuena.

Anónimo dijo...

me gusta tu blog. lo he encontrado a traves de una repsuesta en el foro de R.E.

Espero ir aprendiendo cosas, porque soy un novaro en esto de la relojeria.

saludos!

Franziskaner.

Ramón dijo...

Gracias amigo Franziskaner.
Seguro que aprenderás mucho. Yo no soy novato, pero en esto de la relojería se puede decir que estoy todavía en el primer curso.
Si te puedo ayudar en algo no dudes en escribirme.
Un saludo.

antiqweb dijo...

Hola Ramón, muy bonita historia. Soy otro loco por los relojes y gracias a un comentario que has dejado en mi blog te he conocido, y me alegra que así sea. He incorporado tu blog a los enlaces del mío. A ver si formamos la "comunidad iberoamericana de fanáticos de los relojes" jajaja.
Saludos desde Buenos Aires, Argentina.

Ramón dijo...

Muchas gracias y un saludo, amigo.
Incorporo igualmente tu blog.