domingo, 8 de abril de 2007

La cuerda va del bolsillo a la pared






Cuando uno lleva un cierto tiempo con la afición y el coleccionismo de relojes (en este caso de relojes de bolsillo), no puede evitar el quedarse como hipnotizado mirando el movimiento de las diversas ruedas que integran el movimiento de un reloj.

Es casi una cosa de magia el hecho de que esas ruedas giren a un ritmo lo suficientemente regular como para ser capaces de dividir el tiempo en fracciones iguales, las cuales te permiten conocer la hora convencional y te sitúan en un momento concreto del día.

La tentación de conocer el funcionamiento de ese engranaje y las ganas de aprender a desmontar el mismo, y volverlo a montar, por supuesto, viene inmediatamente después.

No me parecía nada fácil llevar a cabo estas operaciones sin previo conocimiento de relojería, sin una habilidad manual necesaria para manipular esas piezas tan pequeñas e, incluso sin la ayuda de una herramienta especializada.

Sí parecía más asequible la realización de este aprendizaje con un reloj que tuviese una maquinaria mucho más grande y por ello más fácil de manejar por unas manos inexpertas.

Se presenta la ocasión en un mercadillo dominical. Un reloj de pared tirado en el suelo, lleno de suciedad, pero aparentemente en buen estado mecánico. La maquinaria es sencilla ya que no cuenta con ningún mecanismo de sonería, solamente el tren de marcha. El precio asequible me anima a intentarlo.

Os pongo unas fotillos que muestran la máquina y el reloj tal como quedó después de la limpieza.

Un saludo.

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